lunes, 27 de diciembre de 2010

¿Qué pasó en 1810?: Para modernizar la monarquía

Opinión

Domingo 05 de Septiembre de 2010

¿Qué pasó en 1810?: Para modernizar la monarquía

Fernando Silva Vargas
El desastre de la Guerra de Siete Años (1756-1763) impulsó a la monarquía a introducir nuevas reformas, aunque ahora de una magnitud tal que permitieran llevar a España de su condición de potencia de segunda clase al lugar de privilegio que había ocupado en el pasado. Carlos III se rodeó para tal propósito de un conjunto de colaboradores eficaces, de enorme capacidad de trabajo, imaginativo y capaz de idear singulares arbitrios. Influidos por la Ilustración, confiaban en las virtudes de los proyectos racionalmente concebidos y en el poder de la ley para hacerlos realidad.
Los reinos de Indias, que desde la segunda mitad del siglo pasaron a ser provincias de ultramar de una monarquía que ansiaba la centralización, fueron objeto de un proceso de reformas basado en unos pocos y revolucionarios principios: la administración correría directamente por cuenta del Estado, terminándose con la enajenación de oficios, con el arrendamiento de la percepción de impuestos, con los asientos y con otras formas de delegación de la gestión estatal; los funcionarios serían nombrados en razón de su capacidad, competencia y experiencia; se modernizarían los procedimientos, en especial los relativos a la Hacienda, y por último, se exigiría la puntual observancia de la ley.
Esos principios sirvieron para el diseño de numerosos proyectos, no todos puestos en práctica, que apuntaron a un propósito que jamás fue explicitado: que las Indias debían ser para la metrópoli tan rentables como lo era cualquiera de los establecimientos coloniales de Francia o de Inglaterra en el Caribe.
La iniciación de los procesos reformistas estuvo ligada a las visitas generales, en las que un alto funcionario, investido de amplísimos poderes, hacía una revisión completa del funcionamiento administrativo y financiero de un territorio, determinaba sus falencias e introducía las correcciones del caso. Ésta fue la labor desarrollada por José de Gálvez en la Nueva España (1765-1772), José Antonio de Areche en Perú, Chile y Río de la Plata (1777-1782), y Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres en Nueva Granada (1777-1781).
La política reformista se aplicó por etapas. Entre 1763 y 1775 se experimentó a escala reducida; entre 1776 y 1788, con Gálvez a la cabeza, se implantaron total o parcialmente las reformas, que se completaron casi por inercia tanto por la muerte de Carlos III, en 1788, como por la sensación de fracaso de los proyectos. Aunque en rigor el fracaso fue relativo, el reformismo puso de manifiesto las múltiples y profundas tensiones existentes en la sociedad americana.

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