La riqueza de leer en grupo
Domingo 29 de Marzo de 2009
Se comienza en casa y se termina en sesiones semanales. Así son los talleres de lectura, que transforman los libros en una conversación colectiva. Si bien estos encuentros suelen ser guiados por especialistas en literatura o escritores, los asistentes generalmente no lo son.
Constanza Rojas V.
Miguel de la Sotta era un fiel seguidor de Harry Potter. Como él, había muchos que también lo eran, y por el boca a boca, comenzaron a juntarse en el Parque San Borja cada sábado. En las conversaciones y juegos en torno al mago, de pronto se filtraban comentarios de otros autores, hasta que descubrieron que su rutina había cambiado: "Nos dimos cuenta que éramos una comunidad literaria, que comentaba e intercambiaba libros de Lovecraft, Julio Verne o Edgar Allan Poe", recuerda Miguel.
Así, naturalmente, se formó lo que puede llamarse un taller de lectura, en que un grupo con interés por las letras se reúne en torno a un libro. La pretensión no es escribir, sino transformar el leer en un proceso colectivo donde ya no son sólo dos ojos los que analizan las páginas.
Alfonso Calderón, Premio Nacional de Literatura, se junta sagradamente todos los viernes a hablar de libros desde hace casi 25 años. Está a la cabeza de un grupo de mujeres que no se dedica a las letras, pero sí les despiertan un fuerte interés.
Si bien los talleres suelen ser guiados por especialistas en literatura o escritores, los asistentes generalmente no lo son. Esto, lejos de ser un contra, se trata de un valor que los talleristas destacan: "Cada cual aporta su propia lectura y se produce una diversidad que enriquece inmensamente el texto", explica Rebeca Bordeu, quien guía grupos desde hace doce años. "Lo que lees en un taller es como si lo hubieras leído diez veces", afirma.
Pedro Gandolfo, crítico de El Mercurio, está en su tercer año como tallerista, y le parece que, además, la recuperación de la lectura oral trae grandes aportes: "Leer en voz alta mejora la comprensión, y uno aprende a seguir el ritmo de la frase, la prosodia, se recupera la musicalidad propia del idioma".
FOMENTO AL LECTOR
Junto a obtener una apreciación de mejor calidad, la práctica de un taller puede fomentar activamente la lectura. En la Biblioteca Jaime Quilán de Pudahuel lo saben, y por eso hace tres años realizan cada sábado una conversación en torno a comics con niños de la comuna, junto a la Biblioteca de Santiago y guiados por el dibujante Coke Farías. "Él lee y muestra los libros, mientras cada niño también recibe los suyos. Ha sido una gran experiencia porque son atractivos a la vista y los introduce en el mundo de los libros", explica Lavinia Reyes, Coordinadora de Bibliotecas de esa comuna.
Y en el caso de los adultos, además de generar disciplina y hábitos, abre el campo de exploración. Laura de la Torre, quien realiza un taller de obras en francés, donde se practica también esa lengua, afirma: "Se llegan a abordar libros que nunca se hubieran leído por cuenta propia"
Se comienza en casa y se termina en sesiones semanales. Así son los talleres de lectura, que transforman los libros en una conversación colectiva. Si bien estos encuentros suelen ser guiados por especialistas en literatura o escritores, los asistentes generalmente no lo son.
Constanza Rojas V.
Miguel de la Sotta era un fiel seguidor de Harry Potter. Como él, había muchos que también lo eran, y por el boca a boca, comenzaron a juntarse en el Parque San Borja cada sábado. En las conversaciones y juegos en torno al mago, de pronto se filtraban comentarios de otros autores, hasta que descubrieron que su rutina había cambiado: "Nos dimos cuenta que éramos una comunidad literaria, que comentaba e intercambiaba libros de Lovecraft, Julio Verne o Edgar Allan Poe", recuerda Miguel.
Así, naturalmente, se formó lo que puede llamarse un taller de lectura, en que un grupo con interés por las letras se reúne en torno a un libro. La pretensión no es escribir, sino transformar el leer en un proceso colectivo donde ya no son sólo dos ojos los que analizan las páginas.
Alfonso Calderón, Premio Nacional de Literatura, se junta sagradamente todos los viernes a hablar de libros desde hace casi 25 años. Está a la cabeza de un grupo de mujeres que no se dedica a las letras, pero sí les despiertan un fuerte interés.
Si bien los talleres suelen ser guiados por especialistas en literatura o escritores, los asistentes generalmente no lo son. Esto, lejos de ser un contra, se trata de un valor que los talleristas destacan: "Cada cual aporta su propia lectura y se produce una diversidad que enriquece inmensamente el texto", explica Rebeca Bordeu, quien guía grupos desde hace doce años. "Lo que lees en un taller es como si lo hubieras leído diez veces", afirma.
Pedro Gandolfo, crítico de El Mercurio, está en su tercer año como tallerista, y le parece que, además, la recuperación de la lectura oral trae grandes aportes: "Leer en voz alta mejora la comprensión, y uno aprende a seguir el ritmo de la frase, la prosodia, se recupera la musicalidad propia del idioma".
FOMENTO AL LECTOR
Junto a obtener una apreciación de mejor calidad, la práctica de un taller puede fomentar activamente la lectura. En la Biblioteca Jaime Quilán de Pudahuel lo saben, y por eso hace tres años realizan cada sábado una conversación en torno a comics con niños de la comuna, junto a la Biblioteca de Santiago y guiados por el dibujante Coke Farías. "Él lee y muestra los libros, mientras cada niño también recibe los suyos. Ha sido una gran experiencia porque son atractivos a la vista y los introduce en el mundo de los libros", explica Lavinia Reyes, Coordinadora de Bibliotecas de esa comuna.
Y en el caso de los adultos, además de generar disciplina y hábitos, abre el campo de exploración. Laura de la Torre, quien realiza un taller de obras en francés, donde se practica también esa lengua, afirma: "Se llegan a abordar libros que nunca se hubieran leído por cuenta propia"
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