miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lecciones de la Segunda Guerra


Lecciones de la Segunda Guerra

Yuriy Filatov
Embajador de Rusia en Chile
Hace 70 años, el 1 de septiembre de 1939, la Alemania hitleriana atacó Polonia. Así comenzó la mayor tragedia del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial, que se ha convertido en la más cruel y sangrienta en la historia.

Se llevó vidas de decenas de millones de personas, entre las cuales más de 27 millones son ciudadanos soviéticos. La historia ha dado su veredicto: los dirigentes de la Alemania nazi son los principales culpables de esta tragedia. El Tribunal Internacional en Nuremberg ha calificado sus acciones como el más grave crimen contra la humanidad.

 La comunidad internacional reconoció y sigue reconociendo esta sentencia como definitiva y no sujeta a apelación.
Así era durante todo el periodo de la posguerra, inclusive en los años de la Guerra Fría. Sin embargo, últimamente, se han hecho notar los lamentables intentos de someter a una revisión los resultados de la guerra fijados en la Carta de la ONU y en los otros instrumentos del derecho internacional.

Es evidente el deseo de endosar de responsabilidad por el desencadenamiento del conflicto desde la Alemania hitleriana hacia la URSS, de imponer a Rusia, como heredero histórico de la URSS, una cierta culpa moral por los acontecimientos de aquellos años, privarnos del derecho espiritual de llamarse pueblo-vencedor.
En parte, esto obedece a una cierta moda de promover "una visión fresca", pero existe también una consciente mala fe que distorsiona la historia para satisfacer tales o cuales consideraciones políticas coyunturales.

Se han puesto particularmente de moda los reproches a la URSS sobre una supuesta colusión con la Alemania, teniendo en consideración el conocido Pacto de No Agresión del 23 de agosto de 1939 (así llamado "Pacto Molotov-Ribbentrop"). Sin embargo, para establecer la verdad basta una mirada objetiva a la situación política y militar en Europa en vísperas de la guerra. Mucho antes de 1939, Hitler había declarado reiteradamente su objetivo estratégico de expandir el "espacio vital" hacia el Oriente y había ido hacia esta meta obstinadamente.
En 1938, en Munich, fue ayudado por el gobierno británico de Chamberlain y el francés de Daladier, los cuales, en realidad, entregaron Checoslovaquia a los nazis en aspiración de dirigir exactamente hacia el Oriente la agresión hitleriana. Los archivos abiertos actualmente confirman que en la Europa Occidental se calculaba liquidar a los bolcheviques en la URSS a manos de Hitler, sin pensar en las consecuencias.

En Moscú lo entendían, pero al mismo tiempo estaban conscientes de lo peligroso que era este enfoque y aspiraban consecuentemente a acordar una repulsa colectiva al Reich. Fue exactamente la URSS la que había insistido, en la primavera-verano (boreal) de 1939, en las negociaciones tripartitas soviético-anglo-francesas. Lamentablemente, la última posibilidad de parar el deslizamiento hacia la guerra mundial se perdió a causa de sospechas mutuas de las potencias occidentales.

Tampoco se había logrado convencer a las autoridades de Polonia, Hungría y Rumania para que diesen permiso a las tropas soviéticas de pasar por sus territorios para prestar asistencia a Checoslovaquia. Sin embargo, hasta fines de julio de 1939, Moscú todavía estaba dispuesto a dar prioridad a la cooperación con Gran Bretaña y Francia, si estos países acordaban concluir convenciones militares.

Pero los socios no demostraron ganas de hacerlo y sus delegaciones en las negociaciones no tenían poderes correspondientes.
En esta circunstancia, el Pacto de No Agresión fue para la URSS nada más que una alternativa forzada a la unión con Gran Bretaña y Francia, la única decisión posible que obedecía a los intereses de su seguridad nacional.

La conclusión de este pacto permitió aplazar por casi dos años la agresión de Alemania contra la Unión Soviética, trasladar en promedio a 300 km la frontera occidental de la URSS. Pero prevenir la guerra ya fue imposible. Y el pueblo soviético consiguió en ella una gran victoria, sobrellevó en sus hombros el peso principal de la guerra, previno la propagación de la "peste parda" por todo el mundo.

Nosotros, ciertamente, rendimos homenaje al papel de nuestros aliados por la coalición antihitleriana (los EE.UU., Gran Bretaña, Francia) y de otros estados que contribuyeron a la derrota definitiva del enemigo. Para nuestra gente, la memoria de esta gran guerra es sagrada -demasiado grande fue el precio de la victoria. Es por eso que para nosotros son absolutamente inadmisibles y sacrílegos los intentos de reescribir la historia y, más todavía, de poner casi al mismo nivel la Unión Soviética con los agresores de Hitler, tal como fue hecho en la resolución sobre la "reunificación de la Europa dividida" adoptada recientemente por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

La lección principal de la Segunda Guerra Mundial es que la política de pacificación del agresor se vuelve, tarde o temprano, en contra de sus promotores. Justamente así la historia se venga de los que tratan de "encorvarla" hacía su lado como precisamente pasó con Hitler. Para resguardar la paz son necesarios los esfuerzos conjuntos, oportunos y decididos de toda la comunidad mundial, son necesarios el coraje y la voluntad política, objetividad e imparcialidad de los políticos y hombres públicos en todo el mundo.

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